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6.9.17

[Relato] Mr Gwyn no fue el único en desaparecer.

Oímos risas en la habitación de al lado, pero no nos importaba. Ese momento era para nosotros. Por unos minutos queríamos ser unos exiliados.
—¿Nos lees en voz alta? —pidió Q. Una demanda planteada con cierto tono de broma pero como un deseo sincero.
Tenía la voz tomada y la intriga en el cuerpo, pero leí lo mejor que pude a Mr Gwyn. Diez páginas, de la 149 a la 159, intentando entonar a Rebecca y los desvaríos de Baricco lo mejor que podía: "Eran pocos los que pensaban que en serio podía haber dejado de escribir". 
Después subimos. Volveremos eventualmente, le dijimos a S. Con la curiosidad escalando por mis costillas intenté que comenzara a hablar. Pero Q. me explicó que el asunto era importante, de modo que me armé con una cerveza y nos refugiamos en una habitación cualquiera.
Nos sentamos en la cama, Q. a mi lado. Bebí un trago de mi cerveza.
—Bueno, suéltalo —le animé.
No recuerdo si tomó una bocanada de aire antes para mentalizarse o si lo soltó directamente, a riesgo de no atreverse a decirlo si no era entonces. 
—No voy a volver a Salamanca, Carlie. 
La ventana estaba abierta y había mucha luz en la habitación. Siempre recordaré su silueta, con su chaqueta de jugador de fútbol americano y su amago de sonrisa triste, su pelo corto oscuro y esos ojos sinceros revelando una verdad atronadora.
Me quedé un par de segundos pensando.
—Ah. ¿Nunca más?
—No (creo) —dijo él. No recuerdo si realmente pronunció el "creo" o se trata de una falsa reproducción de mi mente, recreada a través de una brizna de esperanza.
—Bueno, pero cuando vayamos a Barcelona te podremos avisar, ¿no?
Q. negó con la cabeza, y la tristeza de su sonrisa se acentuó hasta que dejó de configurar una sonrisa. Yo asentí. Q. dejó de mirarme y se concentró en algún punto infinito de la ventana. 
Empecé a comprender.
—Ah... Vale.
Y empecé a llorar.
Recuerdo sentirme ridícula y no imaginar por qué algo semejante me afectaba tanto, pero seguir llorando a pesar de ello. Q. me abrazó. Me explicó que necesitaba alejarse "de todo esto" un poco, de la gente de Salamanca. "¿Vas a desaparecer como Mr. Gwyn?" le pregunté. Ambos nos reímos, y de nuevo, la única expresión que podría utilizar para describirnos es "esa sonrisa triste". Luego volvimos a llorar. Me apoyé entre su pecho y su hombro y dejé que me abrazara. Hablamos, algunos recuerdos y confesiones embarazosas, más tragos a mi cerveza, silencio, el viento entrando a través de la mosquitera y ejerciendo el papel de música, aunque no hacía falta ninguna. Y, al cabo de un rato, sugerir volver con los demás. "Eventualmente", le habíamos dicho a S., y era el mejor adverbio, porque no tenía ni la más remota idea de cuánto tiempo había transcurrido. 
Nos abrazamos una última vez. Q. me dijo que me quería y yo me reí en sus brazos. Solo volví a llorar cuando estuve a solas en mi habitación y empecé a registrar en esta libreta, a toda prisa, lo que había sucedido. Necesitaba recordarlo todo, la expresión de su rostro, las lágrimas que había visto caer aún cuando él se había cubierto con la capucha, la posición de nuestros cuerpos, la honestidad, los sentimientos, la amistad...
Q. no le contó a nadie más sus intenciones, y me dijo que no tenía intención de hacerlo. De modo que me tocó aceptar, simplemente, que iba a desaparecer. Y le fuera a echar de menos o no la gente, yo sabía la verdad: si intentaban contactar con él, no estaría ahí. No estaría en ningún lado. Algo me producía cierta punzada, y hasta que no empecé a escribir no descubrí el qué era exactamente. 
A mí me lo había dicho, se había despedido.
Cuando las personas abandonan tu vida duele porque no avisan, porque sucede sin que te lo esperes y sin darte tiempo para replicar. Pero nadie habla de lo que duele cuando las personas desaparecen de tu vida y lo hacen avisando, diciéndote "Adiós, me voy" y lo sabes y no puedes hacer nada para evitarlo. Tienes una despedida como es debido, pero una despedida después de todo. "A farewell"
Cuando hemos bajado las escaleras y he visto a A. y compañía al final del pasillo me he preguntado si tendrían una mínima idea de lo que acababa de suceder en el universo. Pero no. Eso es solo para nosotros. Ese momento, este recuerdo, nos pertenecerá para siempre.
Miro a través de la ventana y me falta lluvia.  



Esto nace de la necesidad de escribir algo, lo que sea, que hacía ya mucho que la tenia. No sabía si publicarlo aquí o en The Journal pero al final he decidido que a The Journal no le ha llegado el momento de volver. Será pronto, de verdad, pero esta escena no le correspondía a sus páginas.
Espero que os haya gustado, cualquier crítica constructiva, halago o tomatazo será bien recibido en la casilla de comentarios.
(abrazos eléctricos.)

5.6.14

Lucha de contrastes.




Este es uno de esos cuentos de érase una vez. Pero no trata sobre un ser, ni una vez, ni tendrá, probablemente un final feliz. Es una entre muchas excepciones y la demostración de que la luz no siempre se deja ver.
Cuenta la leyenda, que una mustia madrugada de verano, el sol pudo contemplar a la luna antes de que esta se agazapara tras las montañas. El alba quedó impregnado con un toque de nostalgia y, cautivado por el astro, esperó un poco más de lo habitual para desaparecer. Mas la luna, tímida como había aprendido a ser entre las sombras, advirtió las intenciones del sol, y también ella alteró su rutina, demorándose en salir hasta que él se daba por vencido. Poco a poco los días fueron más largos, y las noches más breves. Y cuando el sol percibía que su táctica no funcionaba, actuaba a la inversa. Convirtiendo sus jornadas en una persecución constante sin un campeón establecido.
Así nacieron los solsticios y equinoccios
Sin embargo, un aciago día el sol, obstinado y más irascible que de costumbre por la costosa y contraproducente tarea, concentró sus esfuerzos, y logró que la luna estuviera a su altura. 
Durante aquel eclipse de sol se hizo presente una tragedia, una desafortunada lucha de contrastes que acabaría quebrándolo todo, una impresionante metáfora: El drama desencadenado del sol amando a la luna. Éste permaneció extasiado por la pálida luz que irradiaba, por su pureza, y las terminaciones nerviosas que se formaban sobre su superficie, dando señas de vida. Pero la luna, asustada tras contemplar la magnificiencia de su rastreador en toda su plenitud, huyó de nuevo, sin dar tiempo al sol para reaccionar. 
El astro quedó ciego tras su marcha, no queriendo contemplar nada más que su amada antagonista. Así, fue condenado a una subordinación total, y solo tras numerosos años de búsqueda en su rutina por el cosmos, sería capaz de vislumbrarla unos instantes, para después, volver a esfumarse como polvo de plata.
Qué tragicomedia.

Click.
*****

Hola queridos lectores, sí, no soy una alucinación producto del eclipse, estoy de vuelta.
Este último curso se me ha pasado volando, pero ha sido muy intenso y ya me he distraído más de lo que debería. Aún me falta la recta final, pero en verano intentaré ponerme a escribir más por aquí, no quiero oxidarme (sí, justo cuando todos se van, muehehe). Este pequeño cuento es un aperitivo que espero que disfrutéis. 
Decir también, que mientras tanto podéis encontrarme en twitter, y además quiero anunciar que estoy planteándome reabrir mi antiguo blog (Marta's Imagination) y transformarlo en un blog personal, mientras este continúa siendo de escritos. Ya veremos.
Que acabéis bien el curso, bloggers, un abrazo.

22.1.14

Almas.

Hay seres que entran en tu vida como lo hace el reparador del gas o de internet. Entran, están un rato, hacen algunas cosas buenas, te cobran un pastón y se marchan; dejándote buenos o malos recuerdos, pero sin marcarte en absoluto.
Y luego están las almas que se adentran despacio, colándose por los recovecos sin pedir permiso. Acariciando con delicadeza el ambiente y dejando un rastro imborrable a su paso. Son los seres profundos, que llaman a tu puerta y se quedan "un ratito más", del mismo modo que tú pospones la alarma. Ambos os demoráis en lo que no os gusta: tú en levantarte; el ser, en marcharse.
Esas almas se acomodan, se toman una cerveza contigo y se ríen de tus chistes. Son agradables y cálidas, atrayentes. Te acompañan como una sombra cuando necesitas algo a lo que aferrarte, o alguien. Te permiten quedarte, tampoco ellas te apartan de su lado. Son almas compañero, amigo.
Pero de vez en cuando, esta jerarquía se desequilibra, la balanza se inclina hacia un lado, se dispara un cartel de "peligro", pero tú no lo percibes. Esos seres permanecen más tiempo a tu lado. Te provocan con la mirada, te prometen un mundo sin siquiera palabras. Y cuando las usan, te embaucan sin pretenderlo, sin malicia, te enganchan a un universo del que no es fácil salir, porque en un principio no quieres hacerlo. En definitiva: te enamoras (¿Has oído hablar de las almas gemelas?)
Otras veces, en algunos casos, solo cuando están quebradas tras mucho tiempo alimentándose de las virtudes y desgracias de las emociones humanas, las almas se marchitan. Se mudan, se desvanecen. Y su sombra desaparece de tu costado, tomando su propio camino, lejos del tuyo. 
Existen los seres errantes, que vagan por las redes de vidas hasta asentarse en algún núcleo confortable, sin marcar un punto de inflexión. Y existen las almas intensas, que no importa cuanto tiempo perduren en una vida ni el efecto que tengan, pues la huella que dejan es eterna.


(La canción es Nothing Left To Say, de Imagine Dragons, creo que se adapta muy bien a lo que quería expresar. Además es con esa canción con la que he escrito esta entrada, siempre que escribo con música trato de ponérosla. Además espero que haya quedado claro el mensaje y, por supuesto, que os haya gustado esta pequeña historia. Abrazo fuerrte)

13.9.13

De estrellas fugaces.


Érase una vez una estrella que quería caer. 
Llevaba millones y millones de años observando mundos desde su infinita posición en la galaxia, y todos ellos le llamaban como un suculento banquete a un muerto de hambre. Sus hermanas le susurraban a través de brillantes ondas que no fuera estúpida, que la destrucción y los peligros abundaban en esas tierras desconocidas. 
Ella no hacía caso, seguía empeñada en descubrir otras posiciones, en alumbrar otros lugares, ¡quería ser grande! el universo le parecía demasiado gigantesco, como para que importase si una estrella desaparecía de su puesto. Quería brillar de verdad, tener luz propia, y no ser un punto luminoso más en un espacio lleno de ellos. 
"Es precisamente el miedo a lo desconocido lo que os aterra" gritaba ella cuando el medio era favorable y los gases podían transportar las palabras a voces, desesperadas. No entendía que prefirieran quedarse paradas alumbrando cada día de su eterna vida a ir en busca de aventuras y otros lugares que explorar. Siempre le había parecido que podía verlo todo, que estaba situada en un punto estratégico para sentirse atraída por la inmensidad que cubría. Era una especie de maldición, ser capaz de apreciar lo bello y no vivirlo.
Por eso, un día se armó del valor que, ella pensaba, no tenían todas sus hermanas, y se transformó en una estrella fugaz, se deslizó a una velocidad vertiginosa, alimentada de su propio deseo..
Y los deseos de las estrellas debían cumplirse, era algo teórico. 
Se lanzó al vacío, dispuesta a dejar de sobrevivir, para empezar a vivir.


Un cuento que ha salido de mi cabeza de repente, en medio de una breve pero intensa crisis escritoril, dejo el final abierto y si queréis podéis contarme en los comentarios que creéis que le pasó a la historia. Hay finales que es mejor dejar en el aire :)
Un besito grande bloggers.